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lunes, 30 de agosto de 2010

RELATO 1

 El otro día, conversando con un amigo y ex compañero de dojo, DB, me comentaba ufanamente: “Cuando practicamos golpes, golpeamos fuerte, si fallas en tu desvío, bloqueo o técnica aplicada, te llevas un buen golpe; y además decía, utilizamos ataques veloces y atípicos, que muy pocos dojos practican”. Mi amigo se había ido a Guadalajara, donde tiempo después instaló un dojo de aikido, de su traslado a la “perla de occidente” hacía unos 16 años.

Pocos años después de que obtuviéramos nuestras respectivas cintas negras en la Federación Mexicana de Aikido, AC, él tuvo que irse por cuestiones de trabajo, es médico y lo trasladaron a la capital jalisciense del IMSS, y ahí vive desde entonces.

DB era uno de los compañeros con quien mejor se practicaba aikido, pues había practicado judo por un buen tiempo y su aikido era muy firme y contundente, aunque le faltaba cierta fluidez; sin embargo, contaba con una envidiable técnica de caídas (ukemi waza), y como nage, sus controles (katame waza) eran de lo mejor; en fin que el tipo tenía aptitudes.

El encuentro con DB fue cuando asistimos a un seminario de Cintas Negras en la Federación, allí coincidimos un grupo de practicantes de los años noventa, quienes algunos habíamos instalado nuestros propios dojos, la mayoría se había ido a la provincia. Y ante este grupo de aikidocas platicábamos de los métodos que aplicábamos en nuestros dojos, y nos decía DB: “Pretendo infundir una buena cantidad de estrés en nuestras prácticas; trato de simular la realidad de la calle, imprimiendo más rudeza en los ataques de uke”. Sí, sin duda, El temor a recibir golpes fuertes a altas velocidades crea un buen grado de estrés, que a la vez provoca una respuesta de miedo, algo parecido a un enfrentamiento real. Explicaba que su idea se basaba en que la falsa sensación de seguridad que se experimenta en los dojos comunes, que lleva a una actitud descuidada del practicante. Con esta actitud negligente, un practicante relaja su conciencia del entorno y baja su guardia, desvirtuando “su” arte marcial. Cierto es; sin embargo, hoy, las llamadas artes marciales, en este caso el aikido, se practican no en su connotación “marcial” o “guerrera”, sino por sus características psico-sociales, por su trascendencia físico-espiritual, no por sus cualidades guerreras o militares, que las tiene sin duda, sino por razones internas, más que externas.

Ya llovió desde que el aikijutsu y todos los demás “jutsus” eran aprendidos y aplicados en una cultura guerrera, la cual ya no existe. Ahora la concepción de estas técnicas es una adaptación deportivo-militar, con un gran componente lúdico.

Prácticamente todos los que estábamos en esa reunión, discrepamos de DB y su manera de transmitir el legado de Morihei Ueshiba. Como lo expresara O Sensei en sus tiempos:

“El aikido no es una técnica para luchar o vencer a un enemigo. Es la vía para reconciliar el mundo y hacer de los seres humanos una familia”.

La práctica del aikido debe ser relajada, armoniosa y empática, en ningún momento estresante y angustiosa. Llevemos a cabo los principios filosóficos en que se inspiró el fundador, y hagamos de cada práctica, una lección de vida, de comportamiento y honestidad, hacia uno mismo y hacia los demás.

El impartir instrucción con prácticas, supuestamente más “reales”, más fuertes y a la vez estresantes, no aporta ningún beneficio o condicionamiento apropiado para el practicante, es todo lo contrario, el individuo sigue en su mismo, o peor, estrés cotidiano, puesto que sigue en la misma dinámica de la competencia feroz (defensa/ofensa) socio-laboral que se presenta en la calle, sin aportarle o enseñarle otra forma de enfocar o enfrentar su entorno interno/externo (él y su circunstancia).

Hasta pronto
JPSS